Mis perros

¿Tres perros tenés? ¿Tres? ¿En qué estabas pensando? ¿Cómo vas a hacer para viajar si tenés tres perros? ¿Dónde los vas a llevar, con quién los vas a dejar? Y así…

Sí, tengo tres perros -un macho y dos hembras-, los tres son Jack Russell; y la cosa fue así: en julio del año 2013 -tras 7 años de estar haciendo el duelo sentimental de mi anterior perra, Mile- tomé la decisión de volver a incorporar un cuadrúpedo a mi vida, por más de que no tenía ni la menor idea de qué iba a ser de ella. En ese momento estaba conviviendo y mi ex nunca había tenido un perro así que aceptó bajo la condición de que sea chico. Yo nunca había tenido un perro chico ni jamás me cayeron del todo simpáticos… La cosa es que yo quería -y también necesitaba- un perro, así que accedí. Descarté la idea de adoptar un mestizo porque por ese entonces no sabía darme cuenta de cachorro qué tamaño iba a alcanzar, asique me puse a buscar por cualidades en las distintas razas y los diferentes rankings ¡Y apareció la foto de Milo! Milo es el famoso perro de la película La Máscara, y en la película te enamorás de él porque es un genio. Aprendí que el nombre de la raza era Jack Russell Terrier y sus cualidades genéticas me resultaron perfectas: inteligente, sociable, obediente, súper ágil, lleno de energía, transportable (máximo 7 kilos), suave, y hermoso. Perfecto. Coincidimos ambos un jueves, y el sábado fuimos hasta Pilar, Provincia de Buenos Aires, a buscar a Schopenhauer (bautizado así en honor a Arthur Schopenhauer, no se llamó Nietzsche sólo por fonética -niche ó niech-).

Tardó demasiado poco en convertirse en todo. Cuando cumplió dos años compartí una foto suya con un extracto de un temón de La Renga que decía:

Hoy que no hay tiempo que perder,
que todo anda a reloj,
que se destruye sin razón.
Y la vida muere en un discurso,
y alguien se encarga de encerrarte,
y otro prepara el fin del mundo,
y tan lejana queda la esencia
que sólo el hecho de encontrarte, para mí,
le da sentido a mi vida.

 

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Schopenhauer descubriendo lo pinchudo de la flora austral, en el Glaciar Huemul, Santa Cruz, Patagonia Argentina, Enero 2016

Nunca quise castrarlo, asique me enfrenté a la decisión de si lo quería hacer tener cría o no, y resolví que sí. Así llegó Andina, hija de Schopenhauer, la única con manchas negras de los seis que nacieron el 26 de enero del 2016, cuando nosotros estábamos viajando por San Rafael, en Mendoza. Es la perra más especial con la que me enfrenté en mi largo prontuario de enfrentarme con perros; y el nombre le encaja perfecto, es indómita como la cordillera.

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Andina, en Mar de Ajó, Partido de la Costa, Buenos Aires, Argentina – Junio 2017

Cuando éramos tres -una humana, un perro adulto y una cachorra- intentando el equilibrio, una amiga a la que yo había acompañado a buscar a su perra -una Jack Russell HERMOSA- me dice que antes de castrarla quiere hacerla tener cría y que… Así llegó ¡Eureka! Que hoy -en junio del 2017- tiene 7 meses y medio, es físicamente igual a Schopenhauer, sólo que a ella obviamente nadie le cortó la cola. No puede más de tierna, y sí, todo con ella es una exclamación.

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Eureka en Punta Médanos, Partido de la Costa, Buenos Aires, Argentina – Mayo 2017

En qué estaba pensando no sé, pero los hechos fueron así, y aunque no resuelvo cómo es que vamos a viajar los cuatro por el mundo, mientras lo pienso, nos vamos moviendo.

 

Ahora sí, hay algo de lo que estoy segura: el viaje es mejor con ellos tres.

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Eureka (7 meses), Andina (1 año y 5 meses) y Schopenhauer (4 años y 1 mes) en Punta Médanos, Partido de la Costa, Buenos Aires, Argentina – Mayo 2017