Fueron: un avión de doce horas, siete días en barco, una noche en Atenas y manejar 185 km de ruta lo que me acercaron a la meta. El trayecto -descartando el avión- fue un placer.
Delfos es un sitio arqueológico — declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987— donde en épocas antiguas se visitaba al oráculo de Delfos, dentro de uno de los templos dedicados a Apolo. Delfos era reverenciado en todo el mundo griego como el centro del universo; y su leyenda en ese contexto de paisaje lo vuelven un lugar alucinante. Enormes montañas de piedras gris, rutas en zig zag y un verde desobediente adornan los restos de lo que supo crear la civilización que nos trajo hasta hoy.
Mis ganas de este lugar se las debo al libro La República, una de las compilaciones de diálogos más ricas en contenido moral que escribió el filósofo Platón, allá entre los años 390 y 385 a.C. Si bien los diálogos no suceden en Delfos, sino a 185 km, en la casa de Polemarco, en el Pireo -Atenas-; cuando todavía no había viajado a Grecia, todo mi imaginario del lugar de los hechos -y del país entero- era “la tapa del libro”.
No olvide el lector que quién escribe estaba en cuarto año de la carrera de abogacía cuando viajó a Grecia; y en primer año, la primera vez que soñó con respirar el aire del mediterráneo… El libro La República narra de palabras que hoy -lamentablemente- no llevamos a debate, pero que en su momento recién se estaban definiendo: justicia, moral, gobierno, autodeterminación… sólo por nombrar algunas.
“Los buenos no apetecen el gobierno por las riquezas ni por la honra, porque no son ambiciosos. Ahora bien, el mejor castigo para un hombre que no se decide gobernar, es de ser gobernado por otro inferior que él, y el temor a ese castigo determina a los hombres de bien a intervenir en los asuntos públicos, y se mezclan a ellos, no por interés personal, ni por placer, sino por necesidad” [extracto de La República, Platón]
Llegar a la tapa fue algo así como esta frase del libro: “¿Quién es, pues, el creador y padre de este Universo? Difícil es encontrarlo; y cuando se ha encontrado, imposible hacer que la multitud lo conozca”. No tuve ninguna revelación, ni hice conexión directa con el universo; pero experimenté un mágico bienestar con la frecuencia del lugar imposible de transmitir.
La sensación de caminar entre los cimientos que pusieron al hombre como centro del universo -y del estudio del universo- es magnífica, el clima ayudaba un montón, y la compañía estimulaba ¿Viste cuando no te falta nada? Así. Repensar el porqué y para qué de la situación de la humanidad y su organización en el planeta es de esas cosas que mi curiosidad encuentra fascinante. Y aunque descreo del poder de cualquier oráculo o cosa para predecir lo que no está escrito, creo totalmente que los griegos encontraban buenas respuestas en este lugar.
En el templo de Delfos podía leerse la frase gnosei seauton: conócete a ti mismo.
¿Cómo llegar? Si alquilaste o te prestaron un auto, desde Atenas son 2 horas y 15 minutos por las rutas 48 y 44 hacia el Este y la 83 hacia el Sur (la foto lo ilustra). También se puede ir en bus -los autobuses que van de Atenas a Delfos salen en las siguientes horas: 07:30, 10:30, 13:00, 15:30, 17:30, 20:00; y los autobuses para volver de Delfos a Atenas tienen el siguiente horario: 11:00, 13:30, 16:00, 18:00. Otra forma de ir, mucho menos económica, es con una excursión desde el centro de Atenas.