Llegué a la ciudad de Nazca cerca de las ocho de la noche y salí en busca del almuerzo, sí, almuerzo. Ser vegetariana en el país del pollo y el pescado no es el mejor plan, toda la comida en Perú tiene animales, y a mi alimentarme se me estaba volviendo una rutina bastante complicada. En fin, llegué hasta la plaza central de la ciudad de Nazca en busca de una oferta gastronómica más al estilo turista, y antes de decidirme por una pizzería, me había dado cuenta que todo en este lugar estaba hecho por y para las líneas que yo había venido a ver.
Los dibujos zoomorfos que los antiguos nazcas tatuaron en el suelo estaban representados en toda la ciudad: pisos de calles y plazas, nombres de hoteles, carteles de restaurantes, semáforos, remeras, souvenirs, excursiones, publicidad gráfica, alfombras, empapelados y hasta en los menúes de desayuno. Y claro, era una ciudad en medio del desierto que no para de recibir turistas enamorados de la arqueología; todo lo que tiene para ofrecer son las ruinas de una civilización que enamora a cualquiera… En el medio de la nada.
Las líneas de Nazca son antiguos geoglifos que se encuentran en las Pampas de Jumana, en el desierto de Nazca, entre las poblaciones de Nazca y Palpa. Están compuestas por varios cientos de figuras que abarcan desde diseños simples como líneas rectas, hasta complejas figuras zoomorfas, fitomorfas y geométricas que aparecen trazadas sobre la tierra. Desde 1994, el Comité de la UNESCO ha inscrito Las líneas y geoglifos de Nazca y de Pampas de Jumana como Patrimonio de la Humanidad.
El camino para llegar desde la ciudad a las líneas -ambas de Nazca- es súper fácil si estás en auto. Son 7 km derecho por la Panamericana S1 y listo, el lugar queda sobre la ruta y las líneas las ves -después de hacer una cola a la espera de que baje el grupo de 10 personas que está arriba- desde un mirador al estilo mangrullo bonaerense (que comparto en la foto de acá abajo). Dura 5 minutos de reloj la subida, mirada y bajada, y sale 10 soles por persona; mientras esperás abajo hay puestitos de artesanías con recuerdos del lugar.
Arriba del mirador hay un guía que te cuenta que si bien no se tiene mucho dato cierto sobre la fecha de realización de su trazado, se sabe que la cultura nazca abarca un marco temporal entre los años 100 y 600, y es a ellos a los que se les adjudica la obra. También cuenta que son numerosas las figuras que se hallan ahí: geométricas, representaciones animales, vegetales y humanas, laberintos, y otros dibujos más. Y dice que los geoglifos más representativo son los dibujos de animales (cosa nada nueva porque son los que venía viendo por todos lados): aves de entre 259 y 275 metros de largo (colibríes gigantes, cóndores, la garza, la grulla, el pelícano, la gaviota, el loro), un mono, una araña, un caracol, una lagartija, una ballena de 27 metros, un perro y dos llamas. Dijo también algunas otras cosas que no recuerdo porque -aunque quería seguirlo en la charla- mi atención estaba puesta en una imagen que no podía creer… Es una tierra entre negruzca y cobriza donde miles de líneas se extienden por 520 km², y algunas incluso se prolongan hasta un área de 800 km²…
Lo interrumpí una vez para preguntarle si hacían algún trabajo de mantenimiento para que no se tapen, porque me imaginé que la lluvia o el mismo viento moviendo tierra eran capaces de deteriorar tal maravilla. El guía, que se llamaba Pablo, sonrió canchero y me dijo que lo más increíble no es el espacio que ocupan, sino que están hechas de tal forma que el clima no sólo no las daña sino que las mantiene y afirma.
Desde la ciudad de Nazca hay excursiones para sobrevolar la zona y ver todos los trazados desde el cielo. Sale 50 dólares por persona, yo no lo hice porque estaban fuera de mi presupuesto -quedaba mucho camino para andar todavía hasta Machu Picchu- y además no me daban bien los tiempos. Pero es algo que, si tenés el tiempo y la plata, te aconsejo hacer.