Esta es la segunda parte de viaje de 2.000 kilómetros por Perú, en 10 días. Si todavía no leíste la primera parte podés leerla haciendo clic ACÁ.
La historia se divide así:
En Foto-relato: Un viaje de 2 mil kilómetros por Perú | Parte 1 Costa y Desierto: Lima | Refugio de Vida Silvestre Pantanos de Villa | Chilca | Paracas | Reserva Nacional de Paracas | Huacachina | Nazca
En este posteo: Reserva Nacional Pampa Galeras | Puquio | Chalhuanca | Abancay | Urubamba | Pisac | Ollantaytambo | Cusco
En Foto-relato: Un viaje de 2 mil kilómetros por Perú | Parte 3 Machu Picchu: Aguas Calientes (Machu Picchu pueblo) | Machu Picchu (montaña, ciudadela y recorrido).
DÍA 5
– Reserva Nacional Pampa Galera
Cuando dejamos la ciudad de Nazca, también abandonamos la ruta panamericana Sur (S1) que nos había acompañado más de 500 kilómetros desde Lima. Ya no íbamos a bordear el mar, ahora empezaba la ruta de montaña; y yo no podía estar más contenta. Me encanta manejar y el zigzagueo entre precipicios es mi opción favorita (y más con el perfecto asfalto de las rutas peruanas). Tras los primeros kilómetros llegamos a la altura de entre 3800 y 5000 msnm, y nuestros oídos se re dieron cuenta… Llegando al punto medio de la reserva -por la panamericana S3- estábamos con a cabeza bastante abombada y poco oxígeno. Esta parte de la ruta está en la comunidad campesina de Lucanas, en Ayacucho, y Pampa Galeras es el principal centro para la conservación de la vicuña en el Perú (se ven muy poco desde la ruta). Acá les comparto un video del paisaje a 4030 msnm, habíamos parado por los cóndores que volaban, y nos quedamos hablando con la policía que nos contó de qué se trataba el lugar.
– Puquio
Quedaban más de 800 kilómetros de esta ruta increíble hasta llegar a Cusco, y Rosita se nos apareció al costado del camino con el dedito levantado; fue nuestra primer pasajera. La levantamos ni bien dejamos la reserva y la llevamos hasta la casa de la madre en Puquio, nosotros aprovechamos y frenamos a almorzar ahí. Durante el viaje nos contó que su lugar favorito de Perú era Cusco, pero que no podía vivir ahí porque está muy acostumbrada a la vida que lleva en el pueblo desde que nació. Trabaja con el marido y el hijo mayor en uno de los campos de cultivo de al lado de la ruta. Lo que mejor les funciona es trabajar con el maíz.
La verdad es que no recorrimos mucho el pueblo, pero tampoco nos llamó mucho la atención, por esta zona del Perú lo más llamativo e increíble es el paisaje donde se encuentran estos lugares. La gente es cada vez más servicial, si bien hasta ahora nos habíamos sentido súper cómodos y bien tratados por toda la costa, la gente de montaña tiene ese “que se yo” que a mi me encanta y me hace sentir como en casa…
– Chalhuanca
Cuando dejamos Puquio, y para nuestra sorpresa, la ruta se puso más espectacular todavía. La vegetación abunda por todas las laderas de montaña y el zigzagueo es constante. Hicimos varias paradas panorámicas antes de llegar a Chalhuanca, y elegimos ese lugar para parar porque conseguí un hotel a buen precio por booking, y porque veníamos de 8 horas de viaje y ya necesitábamos una pausa. La ruta es increíble, pero cansadora.
Algo que no tuvimos muy en cuenta es que Chalhuanca es un pueblo minero, y cero turístico, cero turístico de verdad. Ya nos lo habían comentado en Paracas y no nos aconsejaron parar ahí, pero google maps me mostraba una geografía demasiado alentadora, asique no quise hacer caso a las recomendaciones y seguimos adelante con el plan original.
El pueblo es muy chico, hogar a 2.897 msnm de los que trabajan en la mina y algunos agricultores, está en un entorno alimentado por el río Chalhuanca, afluente indirecto del Río Apurímac; y google maps no había exagerado con el relieve, el contexto de cordillera era hermoso. Comer ahí no fue nada fácil para mi que soy vegetariana, es un pueblo donde toda la oferta gastronómica se divide en tres platos: Pollo frito, pollo a las brazas y caldo de gallinas; lo bueno es que las mandarinas son espectaculares por esa zona asique pude no morir de hambre. Frenamos sólo para pasar la noche, y a la mañana siguiente volvimos a la ruta rumbo a Abancay.
DÍA 6
– Abancay
Llegamos a Abancay después de manejar 120 kilómetros por la misma ruta que no paraba de enamorarme. Estacionamos en la ciudad antes del medio día y fuimos a visitar la plaza de armas, el mercado y la zona del centro. Estuvimos sólo 2 horas en el lugar porque todavía nos quedaba un largo trayecto hasta Urubamba, pero nos alcanzó para recorrer los puntos que queríamos conocer.
Saliendo de Abancay no encontramos con nuestra segunda pasajera a dedo, Lucía. Ella iba desde las afueras de Abancay, a no más de 10 kilómetros de la ciudad, hasta Limbotambo. La levantamos después del mediodía, asique otra vez elegimos almorzar en donde la dejamos para ahorrar tiempo.
Antes de bajarse, y después de contarnos su historia, nos recomendó un bar al que fuimos sin cuestionar. La comida desde que salimos de Nazca no se me hacía nada fácil, pero encontré un menú que -aunque no se veía tan lindo- estaba riquísimo; y sólo costaba 7 soles por persona (incluyendo bebida y postre). No recorrimos el pueblo y nos fuimos con la panza llena -el corazón ya estaba contento desde que pisamos Lima- rumbo al próximo destino: Urubamba, capital del Valle Sagrado de los Incas.
Si el GPS te marca 100 kilómetros, calculale 2:30 horas en la ruta panamericana S3. Las curvas de la ruta hacen que se tarde el doble que manejando en el llano (aunque están perfectamente asfaltadas, pintadas y señalizadas), y los paisajes te invitan a frenar todo el tiempo.
La señora de la imagen -que lamento no haber anotado su nombre- nos contó que trabajaba con la lana de las ovejas, como casi todos los pobladores de Inquilpata (lugar desde donde tomé la foto); me dijo que su lugar favorito de Perú (sí, se lo pregunté a casi todos con los que hablé) era “acá, porque estoy bien” ¿Y cómo no iba a estar bien con toda esa naturaleza pintando el paisaje de alrededor? No bajamos al pueblo, sólo nos detuvimos con el auto al costado de la ruta para verlo desde arriba porque no podíamos creer tan lindo escenario.
– Urubamba
Tras haber salido hace 7 horas de Chalhuanca (320 kilómetros atrás) llegamos a Urubamba. Veníamos cansados y hablando en el auto de las ganas que teníamos de llegar a una cama cómoda, pero ni bien vimos la ciudad desde arriba (bajando por la ruta) se nos fue todo el cansancio y ya queríamos salir a caminarla. Urubamba (también llamado “la perla del Vilcanota”) enamora desde el primer momento que la ves, y eso que ya venís andando por lugares increíbles.
Nosotros llegamos justo el sábado santo y en la iglesia de la plaza de armas había una ceremonia con velas en la que estaba participando prácticamente todo el pueblo.
Después de dar la vuelta a la plaza y caminar por las calles de alrededor, fuimos para la calle Mariscal Castilla donde encontramos toda la oferta gastronómica que estaba buscando: pizza; una comida conocida, vegetariana y calentita. Además, en el mismo restaurante encontramos a nuestra amiga la Cusqueña, a mi no tan amiga Cristal -que sí se llevaba bien con mi papá- y una de mis nuevas mejores amigas: la cumbre sabor Maracuyá. Sí, estoy hablando de cerveza.
Después de cenar dijimos que era hora de irnos a dormir, pero ya nos habíamos quedado charlando con el dueño del restaurante de pizzas, y nos llevó a su galería de cerámica, la que abrió a las 11 de la noche especialmente para nosotros. Nos encantó todo, y compramos cosas que sufrimos transportar hasta que llegamos a Buenos Aires, por miedo a que se rompan.
Antes de llegar al hostel, en la plaza de armas -por la que teníamos que cruzar porque nos quedaba de paso- conocimos a Choche. Un montañés de 55 años que hizo que esa noche fuera mágica. Empezamos hablando porque sí, y al rato estábamos los tres arriba de un moto-taxi que nos llevó hasta su casa (este transporte es el más económico para moverse a cortas distancias). Fuimos para el galpón y nos quedamos un rato compartiendo otra cerveza y escuchando historias de su vida y contándole la nuestra. Después caminamos 6 cuadras devuelta para la plaza, siguiendo con la mística y las coincidencias. Nos fuimos a dormir a las 4 de la mañana, no tan sobrios, y apurados porque a las 7:15 am habíamos pedido que esté el desayuno y nos esperaba un día largo.
DÍA 7
– Ollantaytambo
Después del desayuno más rico del viaje -y del año- partimos a las 8 de la mañana rumbo a Ollantaytambo, a tan sólo 20 kilómetros de donde estábamos.
Otra vez, la ruta me dejaba boquiabierta. La zona del Valle Sagrado es algo increíble, las terrazas de cultivo están por todos lados y la cordillera está teñida de verdes que hacen parecer de felpa todas las laderas de montaña.
Ollantaytambo también es un pueblo increíblemente hermoso, además de uno de los puntos de partida del Camino del Inca que termina en Machu Picchu y lugar donde sale el tren para Aguas Calientes (ambas razones lo vuelven uno de los lugares más turísticos del valle). Es la única ciudad del incanato en el Perú que aún es habitada y donde se pueden ver las fachadas inferiores de estilo inca y las superiores de estilo colonial.
El centro arqueológico de Ollantaytambo es uno de los más grandes del valle y su recorrido dura aproximadamente dos horas. A los pies de la ciudad en ruinas, hay puestos llenos de esas artesanías de colores chillones que contrastan divinamente con los colores de la pacha. A nosotros el cansancio parecía ignorarnos, o tal vez la energía del lugar lo opacaba por completo. Cada vez dormíamos menos y teníamos más pila.
– Písac
Después de Ollantaytambo bajamos 58 kilómetros hasta Pisac por la ruta 28B, para el lado de Cusco. En el medio pasamos por los pueblos de Calca y Lamay que son muy lindos también, aunque no tan coloridos ni turísticos como Písac.
Les comparto un video en el mercado de artesanías de Písac, con mi papá como “guía”:
Estas nenas se acercaron a mi pidiéndome plata a cambio de una foto, pero me vieron con el celular y se olvidaron rapidísimo de lo que venían a hacer; sólo querían saber si mi aparato tenía juegos. Me quedé como 15 minutos acariciando el cabrito mientras ellas veían videos de Disney desde la cuenta de instagram, después nos sacamos esta selfie que me encanta.
Saliendo por una de las infinitas calles que se arman entre los puestos de artesanías, llegás a una plaza de empedrado que está llena de puestos de alimentos y especias de colores. En Písac todo es colores. Su centro arqueológico no lo visitamos por una cuestión de tiempo; todavía teníamos que llegar a Cusco, y no podíamos demorarnos porque teníamos sólo 2 noches para estar allá.
Mirá mi colección de imágenes del Valle Sagrado de los Incas haciendo clic ACÁ
– Cusco
Tras dos horas en Písac (y habiendo comprado un par de esas tantas cosas de colores), partimos hacia la tan famosa ciudad de Cusco, a 35 kilómetros del centro de Písac. Tardamos una hora y media en llegar, y la primer vista fue alucinante.
Se veía una ciudad enorme en un valle abrazado por la cordillera hacia todos lados. Los techitos coloniales colaboraban mucho con la sincronía del paisaje y el clima, aunque empezó a refrescar notoriamente, estaba encantador esa tarde.
Fuimos derecho para el hostel a dejar las cosas y salimos a caminar en la busca de la plaza de armas, y como le pasa alguna vez a todo viajero -y más de una vez también- fuimos exactamente para el otro lado del que queríamos ir; pero -como todo en este viaje- nos salió bien porque disfrutamos los últimos rayos de sol en una zona a la que al otro día ya no íbamos a volver y tuvimos la oportunidad de llegar a la plaza de armas en plena puesta de luces.
La ciudad de noche es tan linda como de día. La plaza de armas de Cusco es el centro neurálgico de la ciudad; donde está todo lo que puede buscar un turista. Siguiendo por la avenida del sol está el centro financiero, y en su calle opuesta el gastronómico.
Es una ciudad donde uno puede vivir sin extrañar la comodidad de cualquier gran ciudad, pero en un verdadero entorno de cordillera.
Si estás por ir a Cusco, mirá este posteo: Planear un viaje a Cusco, qué visitar y cuántos días ir.
Las afueras de la ciudad de Cusco son un escenario increíble para todo amante de la naturaleza, los paisajes y/o la arqueología. Nosotros el primer día recorrimos la ciudad, y el segundo los alrededores. A mi me hubiese gustado tener un día más en la ciudad para ir en excursión a la Montaña Arcoiris; también un día más en el valle para conocer Maras y Moray, pero los agendo para la próxima. Mi sensación de este viaje es que fue sólo la bienvenida. Me quedan muchas vueltas a Perú; ahora tengo -además de las ganas que ya tenía de conocer Iquitos- muchos amigos a los que volver a visitar.
Para ver qué recorrer en las afueras de Cusco hacé clic ACÁ.
El martes 18 de abril partimos a las 8 de la mañana desde Cusco rumbo a Aguas Calientes (Machu Picchu pueblo). Nos esperaban 6 horas de ruta y tres horas de caminata al costado de la vía y por el río Vilcanota.
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