Llueve en las yungas, y florece para adentro (Jujuy, Argentina)

Llueve y no puedo obviarlo porque las gotas caen sobre el techo de chapa; no hace frío, ni deja de llover. Hace dos semanas que no para de llover, y esto recién empieza... La yunga es ese ambiente de montaña increíblemente hermoso donde llueve cuando hace calor, porque además de alto es selvático. Hay lianas, tucanes, yaguaretés, hongos, y lluvia - de noviembre a marzo, llueve. Y yo detesto la lluvia, aunque amo este paisaje...

Este año [ el texto es del año 2018 ] pasé más meses en esta zona que en cualquier otro lugar. Estoy en un pueblo 10 kilómetros al norte de San Salvador de Jujuy, la provincia más al norte de Argentina. Estoy también a 1.890 kilómetros de mi biblioteca y a 1.200 m.s.n.m., con mis perros, sentada en una cama de madera, con la lluvia que sigue sonando contra el techo de chapa que hay en el quincho. Tengo muchas ganas de que la ropa que cuelga de la soga se deje de mojar, y de que amigos vengan a tocar la guitarra.

Laguna Rodeo, Parque Provincial Potrero de Yala, Jujuy, Argentina

La lluvia es el momento donde mi cuerpo entiende que hay que parar (haría feriados los días nublados, pienso); tal vez por la falta de sol o quizás sólo sea culpa del agua. La humedad cohíbe mis ganas y el suelo mojado coarta - en varias formas - mi posibilidad de acción. O así lo siento. O así extraño los días al sol.

Laguna Rodeo, Parque Provincial Potrero de Yala, Jujuy, Argentina

El sol hace magia, y el mismo paisaje cambia al compás del viento con el tiempo que sus rayos necesitan para delinear la vegetación; la fauna entiende el ciclo y la flora lo adorna. Y yo todavía trato de amigarme con el agua que me compone, me nutre, me rodea, me moja, y me chorrea... Cada vez que falta el sol. Como ahora.

Tal vez - pienso mientras veo como el barro se escurre del auto - sea momento de dejar de pelear con la idea de que - mientras no esté manejando - puedo aprender a disfrutar de las gotas que cuestionan mi signo de fuego; y usar ese vapor para florecer - o destilar. Puede ser que vibrar tan cómoda con este entorno me haga dejar de temer la lluvia; o puede ser que termine por marcharme.

Ahora estoy bajo el techo de chapa, al resguardo pero - con una sensación - húmeda, sigo pensando que está bien buscar el sol, y mirar de lejos la lluvia, y parar por las nubes. Está bien porque hoy creo que está bien; y porque nadie vino a tocar la guitarra, ni a decirme que mejor piense lo contrario o que me distraiga con otra cosa.
La ropa se sigue mojando en la soga, además. Y hace días que se moja. Y nada parece indicar que va a dejar de llover alguna vez.

La mejor parte, es que es de lo único que puedo quejarme.


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