La primera vez que estuve en El Calafate fue en el año 2010 para participar en una protesta en contra de la usina de carbón que se estaba construyendo en Río Turbio, también en la provincia de Santa Cruz, y a escasos kilómetros de la única reserva de agua dulce que existe en el mundo: los glaciares. La estadía fue breve, porque al terminar la acción tuve que regresar a la ciudad por mi trabajo. Esa fue la primera vez que me quedé con ganas de conocer el glaciar Perito Moreno.
La segunda vez que estuve en la ciudad de El Calafate fue en enero del 2016, viajaba en plan gasolera y con mi perro, pero me di el lujo de conocerlo. Tuve que dejar a Schopenhauer con Silvia, una amiga de la mejor amiga de la mamá de mi mejor amigo (sí, un complicado de explicar). Ésta fue la primera vez que me quedé con ganas de caminar sobre el glaciar Perito Moreno -y que dejé a Schopen con un extraño -; también fue la segunda vez en la vida que una maravilla natural me dejaba sin habla – las primeras fueron las Cataratas de Iguazú.
La inmensidad de la pared blanco tornasolado que tenía ante los ojos me helaba en todo sentido. Un glaciar es una masa gruesa de hielo que se origina por acumulación, compactación y re-cristalización de la nieve, y existen cuando cae más nieve en invierno de la que se evapora en verano. Yo eso lo sabía, lo había estudiando en derecho ambiental mientras cursaba en la facultad de derecho y había visto mil fotos del glaciar Perito Moreno, pero nadie me había dicho que se sentía tan imponente y espectacular cuando se estaba enfrente.
El sonido ambiente desde las pasarelas del Parque Nacional Los Glaciares – mientras mirás el brazo Sur del Perito Moreno – es muy particular. Gobierna el silencio de a ratos, pero es interrumpido por algún comentario aislado de un turista, o por un súper estruendo esporádico de tres segundos, cuando cae un pedazo de hielo. Como el glaciar no es más que agua, por más sólida que esté, se mueve, fluye, y eso origina desprendimientos a cada rato que suenan como si hubiese estallado la cuarta guerra. Así se forman los témpanos.
La tercera vez que pisé El Calafate caminé sobre el glaciar Perito Moreno ¿Dicen que la tercera es la vencida, no? Esta vez lo fue, igual tengo que volver una cuarta porque existe un trekking de más horas que en su momento no me animé a hacer y hoy no tengo dudas de que puedo re disfrutar.
Silvia, la mujer que cuidó a Schopenhauer en mi anterior viaje, trabaja de guía turística en este parque, y fue ella quién se encargó de gestionar dos lugares para el trekking sobre el glaciar. Este tercer viaje a la ciudad de El Calafate fue con mi mamá, sin el perro, sin el auto y sin plan gasolera. Aclaro lo del plan gasolera porque el trekking de una hora caminando sobre esta alucinante masa de nieve no cuesta menos de $1.500 pesos argentinos (94 dólares estadounidenses, en abril de 2016) por persona – y obvio la concesión del servicio sólo la tiene uno así que no está la opción barata – pero vale cada centavo.
La cosa fue así, un micro nos buscó por el hotel a las 7 de la mañana y nos llevó 30 kilómetros desde la ciudad de El Calafate hasta el estacionamiento del Parque Nacional Los Glaciares. De ahí estuvimos hora y media caminando por las pasarelas y nos dimos el lujo de almorzar con la pared mágica sonando de fondo (el micro nos volvía a buscar en dos horas). Hicimos un poco de tiempo en el estacionamiento mientras nos reparábamos del aire de frezzer y enseguida vino el micro que nos trasladó hasta un pequeño muelle de donde salía nuestro barco que iniciaba la travesía.
El barco nos cruzó como si fuera del lado suroeste del glaciar a la parte noroeste. Ahí descendimos y caminamos un poco menos de un kilómetro por un sendero agreste hasta donde el glaciar se apoyaba sobre la costa y te hace de alfombra de bienvenida…
Antes de dar rienda suelta a la emoción, el guía nos avisa que hay que ponerse los crampones. Estoy segura de que son iguales a los que usó mi papá en el RIN 26 cuando hizo la colimba. Es más, deben ser esos…
La sensación es divina. Me sentía una nena de 5 años en un parque de diversiones. No escuché ninguna de las indicaciones y, de hecho, me acerqué sin ningún reparo a donde estaban explicando que no había que acercarse. Después de que me retaron presté atención, y rescaté que EL tip era pisar en cuña (posición de esquís), cola para abajo, de a un pie por vez. No es nada difícil acostumbrarse al artefacto que abraza los zapatos y a los pocos minutos avanzás re bien. El camino es en subida, pero leve, y los crampones cumplen la función esencial de hacer que no resbales. El golpe contra el hielo es igual que caer contra un cerámico, sólo que éste tiene grietas filosas y vos estás supercongelado.
El color de las grietas es del turquesa que ven en la foto de arriba, es increíble cómo lo incoloro del agua puede verse tan mágico. La tierra que se ve en el hielo es porque es una de las grietas cercanas a la costa, cuando estábamos más alto en el trekking mi atención dejó de estar en el suelo. Casi toda la primera parte me la pasé mirando para abajo porque en la charla del barco nos contaron que existe un ser que vive en y del glaciar; le dicen “la perla de los Andes” o “dragón de la Patagonia” (el nombre científico es Andiperla willinki), es un insecto que se alimenta de bacteria que trae el viento. Y no es que sea fanática de los insectos, pero sentía mucho respeto por aquella vida capaz de desarrollarse en un contexto tan hostil, y quería reconocerlo con los ojos. Lamentablemente no pude.
Casi al finalizar el trekking, justo cuando ya estaba por dejar de sentir frío y caminaba más segura que descalza, uno de los guía nos hace señas de que nos acerquemos a él y nos entrega un vaso a cada uno. Matías, otro guía, trae una botella de whisky y, antes de servirnos, nos pone un trocito de glaciar en el vaso y nos regala un bon-bom. Brindamos, di un último pantallazo al contexto monocromáticamente blanco y emprendimos la bajada.
Volvimos al hotel 9 horas después de haber salido, cansadas, y con la sonrisa dibujada.
¿Cómo llegar?
En auto: desde El Calafate hay que ir por RP 11 (80 km de pavimento) hasta la entrada del Parque | RP 11 y RP 8 hasta Puerto Bandera (47 km) | A Lago Roca (50 km) se puede acceder por la RP 11 en dirección hacia el Glaciar Moreno, desviándose a la izquierda por la RP 60 (ripio) hasta conectar con la RP Nº 15 (ripio).
Otros medios de transporte: El Calafate cuenta con aeropuerto internacional y recibe ómnibus desde Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz. Allí se puede alquilar auto, contratar excursiones y abordar los servicios diarios de ómnibus a Glaciar Perito Moreno, Lago Roca y El Chaltén, portal de la zona norte del parque.
1 comentario en "Crónicas de un día increíble en el Parque Nacional Los Glaciares (Santa Cruz, Argentina)"
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