Esta nota cuenta sobre un viaje muy doloroso. En en el Norte de Argentina, en la triple frontera entre este país, Bolivia y Paraguay, se encuentra un pueblo de nombre Santa Victoria Este donde viven diferentes comunidades indígenas, entre ellos, los Wichis. A principio de 2020 muchos medios de prensa comenzaron a publicar que los niños de aquella comunidad estaban muriendo de desnutrición, y ese fue el motivo este viaje.
Viajé a Jujuy en el mes de febrero de 2020, y cuando estaba - por la Ruta Nacional 34 - a pocas horas de llegar a Yala leo en un cartel de vialidad: "Tartagal tantos KM" (no recuerdo cuántos kilómetros eran exactamente, pero menos de 500). Automáticamente me acordé de los chicos wichis de la prensa y, mientras manejaba, llamé por celular a los amigos que iban a hospedarme durante mi visita a Jujuy para decirles que vayamos a llevarles comida; estaban al tanto de las muertes por desnutrición de los nenes de la comunidad y me respondieron que sí enseguida.
Hicimos una colecta y en una semana juntamos algo más de $22.000 (veintidós mil pesos argentinos) por nuestras redes sociales. Nos fijamos en el GPS cómo llegar hasta Tartagal (que era nuestro único lugar de referencia) y nos pusimos en marcha.
Salimos desde el pueblo de Yala, en Jujuy, a las 09:00 hs de la mañana, y recién a las 13:30 hs el GPS indicó que habíamos llegado hasta la plaza central de Tartagal "¿Y ahora que hacemos?". La realidad es que habíamos manejado hasta ahí porque preguntando a cuanta persona pudimos todos nos nombraron a Tartagal, y los medios hablaban de este lugar también, pero nosotros no sabíamos qué hacer ahí ni a quién preguntarle.
En el auto, durante el viaje, estuvimos escuchando Ska-p que es una banda de música española que ni Javier - uno de los dos amigos que me acompañaba en el viaje - ni yo escuchábamos hace muchos años y nos gustaba mucho. Cuando bajamos del auto en la plaza de Tartagal, confundidos pero atentos, escuchamos a lo lejos una canción de Ska-p que había sonado hace unos minutos dentro del auto. Los tres nos miramos insólitos y fuimos hasta ahí.
Dos chicos vendiendo artesanías - y escuchando Ska-p - tenían la respuesta que necesitábamos. Nos mandaron a hablar con una persona que trabajaba en una parrilla que está cerca de un supermercado. La persona de la parilla, que resultó ser un ser muy comprometido con la ayuda humanitaria, nos mandó a hablar con Rogelio, el intendente wichi en Santa Victoria Este, y nos dijo que nos convenía comprar la comida en el supermercado que estaba cerca porque allá no hay dónde comprar. También dijo que el camino no estaba en muy buen estado.
El auto quedó lleno varias decenas de kilos de de arroz, azúcar, y leche en polvo; y nos dispusimos a manejar los casi 200 kilómetros que nos separaban de Santa Victoria Este. El camino por la Ruta Nacional 34 estuvo en buen estado y asfaltado, pero no pasó lo mismo con la Ruta Provincial 54 que estaba llena de pozos - como había dicho la persona de la parrilla - y todo el trayecto es de tierra o ripio.
Te comparto en la imagen de abajo el camino que recorrimos con el auto para ir desde Yala hasta Santa Victoria Este (y para volver a Yala).
Poco antes de llegar, nos pasó una de las dos imágenes más dolorosas que vi durante el viaje: nenas y nenes de entre 4 y 12 años corriendo hasta mi auto para ver si teníamos comida para darles. Salían corriendo de sus casas, que eran "chozas al costado de una ruta" para mis ojos, en un terreno seco, bajo los rayos inclementes del sol de febrero. Corrían descalzos. Por supuesto que aunque no eran los destinatarios finales de todo lo que llevábamos sí se fueron con las manos llenas, y nosotros con el corazón partido.
Después de haber pasado poco más de 2:30 horas desde que salimos de Tartagal, vimos el cartel que nos daba la bienvenida:
Para cuando pudimos dar con Rogelio en la Municipalidad de Santa Victoria Este, eran cerca de las 18:00 horas y, después de contarle nuestro plan de entregar en mano la comida a la comunidad wichi, nos dijo que nos podía llevar hasta ellos pero que teníamos que esperar al día siguiente. Nos ofreció pasar la noche en su oficina donde había cuatro colchones, apoyados sobre una pared, que podíamos usar para dormir. Le agradecimos la confianza y aceptamos su oferta.
Para las 19:30 hs Rogelio ya se había ido a su casa, y nosotros nos fuimos a sentar al centro de la plaza que estaba enfrente de la Municipalidad, para tener un mejor panorama del lugar en el que estábamos. La imagen desde la plaza era triste, había basura en el suelo y tachos rotos, calles de polvo, perros flacos, terrenos baldíos, fachadas sin terminar y locales cerrados permanentemente. Estábamos contentos de haber llegado hasta ahí, pero más apenados que tranquilos por lo que veíamos. En la plaza hablamos con un chico del pueblo que trabajaba en un campo vecino, nos contó que el agua es muy salada en esta zona por el arsénico, y que por ser un pueblo de triple frontera suele ser zona de nadie. También hablamos con un hombre que debía tener entre 35 y 40 años, wichi, nativo, bastante pasado de copas, que quería ser traductor en el Hospital Santa Victoria Este de español/wichí, pero decía que no lo dejaban.
Volvimos a la Municipalidad a dormir pasadas las 23 horas, y aunque fue difícil pegar un ojo, logramos descansar un poco antes de que Rogelio nos viniera a buscar a las 6:00 de la mañana para ir hasta la comunidad wichi.
La primer parada, luego de que pasáramos la comida - y a nosotros - de mi auto a la camioneta de Rogelio, fue el río Pilcomayo. Recién ahí dimensioné dónde estábamos.
Argentina, Bolivia, y Paraguay, están divididas por el río que tenía frente a mis ojos, un río que nadie logra cruzar por estas márgenes y donde quién cae no sobrevive. Fue escalofriante ver lo fácil que es desaparecer.
En la vera del Pilcomayo, Rogelio también nos contó cómo viven las comunidades de la zona, que son más de 30 las comunidades wichis de Santa Victoria Este pero que también hay Tobas, que el agua está impresionantemente contaminada, que las ambulancias no llegan hasta donde viven las familias, que les falta un montón de cosas, y que nos iba a llevar a la comunidad donde estaba la familia que había perdido la última nena de 5 años.
Volvimos a su camioneta, los cuatros, y anduvimos unos 20 minutos por un camino no transitable para vehículos bajos hasta que llegamos a la comunidad.
Nos bajamos de la camioneta, vinieron a saludarnos unas 15 personas, le dimos la comida que habíamos llevado, y nos pusimos a hablar.
Con ellos entendimos recién el problema del agua, y que por más comida que llevemos se termina tomando agua contaminada y eso es lo que intoxica a los nenes y los enferma hasta la desnutrición. De todas formas, agradecieron la comida y la leche en polvo porque dicen que, aunque pocas, le llegan donaciones de botellas de agua. Y, de hecho, Rogelio bajó varios bidones de 5 litros cuando llegamos. Aunque claro, no es suficiente.
Salomón, el cacique de esta comunidad wichi compuesta por 20 familias, se quedó hablando con Javier, y Priscila - la otra chica que viajaba con nosotros - y yo nos fuimos con la mamá de la nena de 5 años que había fallecido. Cuando entramos a su casa, vi la segunda imagen más dolorosa del viaje - y de mucho tiempo -, estaba Samanta, una beba hermosa de 1 año y 8 meses con microcefalia - encefalitis crónica no evolutiva y epilepsia focal sintomática, acostada en una cama con un tubo que colgaba del techo y la ayudaba a respirar. No había personal médico cerca, sólo sus papás, hermanos, y el vacío de una hermanita de 5 años fallecida. No quiero hacerte vivir el dolor que me produjo tomar la mano de Samanta, ni abrazar a esa madre, ni ver la cara de desconcierto del padre cuando miraba a los otros cuatro hermanos de Samanta. Te aseguro que necesitan ayuda; son siete y están viviendo en una casa de barro prestado.
Y como la de ellos, hay más historias.
Te comparto un video del Cacique Salomón de la Comunidad Puesto 1 San Luis de Santa Victoria Este (la que nosotros visitamos).
En el video, cuenta de la casa que necesita la familia de Samanta, de la falta de agua potable, de la necesidad de ropa y zapatillas para los chicos, y algunas cosas más. Miralo, y si te llegá, hacé algo.
Esta nota, además de querer visibilizar la problemática de la comunidad, pretende hacerte llegar la idea de que si querés ayudar, podés. Como sea, con los recursos que tengas; podés cambiar las cosas.
Si querés colaborar de cualquier forma con algunas comunidades de Santa Victoria Este, o sabés de otra comunidad en el Norte Argentino que requiera ayuda, escribime a leerdelviaje@gmail.com
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1 comentario en "[VIAJAR Y AYUDAR] Wichis de Santa Victoria Este (Salta, Argentina)"