En El Foyel, a 78 kilómetros al sur de Bariloche, en la Patagonia Argentina, existe una Reserva Natural que hospeda huéspedes y que bien puede ser definida como un paraíso por los amantes de la naturaleza.
Venía subiendo por la Ruta Nacional 40 desde El Bolsón, y a mano izquierda – desde la ruta – veo la tranquera verde que Jorge me había dado como referencia. Una vez que mi auto pasó la tranquera, obedecía la señal del cartel y toqué bocina.
Jorge apareció subiendo una pendiente y me indicó el camino hasta el estacionamiento de mi cabaña. Tras pasar la segunda tranquera, mis ojos no podían creer la imagen - y todavía no encuentro palabras para abarcarla -, fue esto lo primero que vi:
Una casa hermosa con estilo patagónico, y un deck al paraíso. La enorme plataforma de madera que se usa para entrar a la casa y para disfrutar la panorámica balconea a un paisaje al que no le falta nada: árboles nativos, picos nevados, faldeos boscosos, un lago con isla y patitos, un rebaño de ovejas con una decena de corderos siguiendo a sus madres, dos llamas blancas muy curiosas, pájaros que no dejan de hacerse notar, y 108 hectáreas de vida silvestre patagónica para explorar.
Adentro, la cabaña es hermosa y amplia, mantiene el estilo de montaña que se ve desde afuera, y tiene ventanas perfectamente pensadas para que el paraíso que la rodea pueda inmiscuirse en ambas plantas de la casa.
Una vez que terminé de acomodar mis cosas, fui hasta el auto a buscar los binoculares para intentar ponerle nombre a las aves que revoloteaban a mi alrededor, pero mi atención la ganó la cordillera. A penas quise ver de cerca lo que estaba lejos, mis ojos se detuvieron en el contorno de las montañas que rodean el lugar. De izquierda a derecha: primero – y muy cerca - se ve el mítico cerro Fortaleza con la cabeza del águila en su ladera, detrás del Fortaleza se asoma el cordón nevado del Perito Moreno que contiene la mágica e irregular cima del cerro Erizo, un poco más adelante se ve el cerro Ventisquero, y enfrente de mi cabaña está el cerro Foyel con la montura en su cima. Detrás del Foyel se ve la cima nevada del Santa Ana, y bien a la derecha – pero también de frente – se ve el cerro Tronador.
Sí, todas esas cimas se ven desde el deck y las ventanas de la casa calentita que me acoge dentro de ésta reserva…
Una vez debajo del deck y de camino a la laguna el paisaje parece agrandarse, ahora estoy dentro de la foto que veo desde la ventana de mi habitación, y las más de cien hectáreas que rodean la cama donde voy a dormir se sienten bien salvajes pero hermosamente cuidadas. Jorge diseñó este lugar pensando en el disfrute, en la armonía visual, y en el turismo saludable.
Jorge es oriundo de Buenos Aires, y vive en esta reserva con su esposa Viviana, con tres hermosas perras (Greta, Cali y Mili), decenas de ovejas, las dos llamas, y las ciento de especies silvestres que disfrutan estas tierras. Viviana es maestra reconocida de artes energéticas chinas y, en la reserva, ofrece servicios para la sanación y el relax. Sí, como si la belleza de la naturaleza no bastase la Reserva El Foyel también brinda masajes con aceites esenciales y sanación holística con sonidos.
Ambos, Jorge y Viviana - me cuenta Jorge - se formaron mucho en artes orientales en diferentes partes del mundo, y hoy tienen la ilusión de ofrecerle al turista un hospedaje vacacional donde se fusiona el disfrute de la naturaleza, con el descanso, y la sanación.
Yo, por lo pronto, estoy pasando mi tercer noche en la reserva y no estoy encontrando ningún motivo para tener ganas de irme. Mi perra, Eureka, que viaja conmigo en este recorrido por la Patagonia Argentina, fue más que bien recibida, y Cali (la más adulta de las border collie) nos acompaña todas las noches.
Si querés consultar disponibilidad o averiguar precios de la Reserva El Foyel, podés escribirle a Jorge por mail a jorgemelchorgreco@yahoo.com.ar y te va a responder enseguida. Yo, por demás, te lo recomiendo (y Eureka también).
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